Victoria (2015)

Victoria, 2015
Director: Sebastian Schipper
Soundtrack compuesto por: Nils Frahm
Actores principales: Laia Costa (como Victoria) y Frederick Lau (como Sonne)

Berlinale 2015: Ours d’argent de la meilleure contribution artistique

Preparé el proyector y con un pequeño plato de palomitas y una cerveza empecé a ver Victoria. La primera escena junto con el genérico transmiten muchísima energía, impacta el ambiente de boîte de nuit.  En cierto momento hay un juego de luces epiléptico que le suma adrenalina a la escena. Es interesante que este efecto sobre el espectador estaría fuertemente minimizado si no se está en una sala de cine. En todo caso, es el perfecto empujón para enredarse en la historia.

La interacción de Victoria con el bartender da a entender que está sola,  incluso que necesita compañía. Pero poco después vemos que no solamente está sola en ese momento, sino que llevaba algunos meses en Berlín y aun no tenía amigos. Luego conoceremos más detalles de su historia, pero solamente detalles que respaldan sus decisiones  durante esa madrugada. De hecho sí, todos sus detalles vienen en esa dirección, como si el vistazo a su vida es su forma de justificarse. Pero a pesar de que podríamos decir lo mismo de los otros, de los miembros de la banda, en el caso de Victoria es necesario. Parte de la tensión de esta película se funda en la preocupación del espectador por ella, y esta preocupación necesita ser justificada, y en la medida que no lo sea, el estrés y la insertidumbre nos conquista. Por eso escucharla quebrarse por sus recuerdos de conservatorio nos muestra que ella se adapta tan bien a lo incontestablemente peligroso con una sonrisa. Porque lo que estaba dentro de las reglas la apartó de la sociedad, la dejó aislada. Y al encontrar atención en la banda lo disfrutaba. La escena que resume el sentimiento generado por la película, es el reflejado por Sonne cuando en la terraza Victoria decide sentarse peligrosamente al borde del techo. Esa es la tensión que nos acompaña durante casi toda la película, esa cosa que sintió Sonne por esos momentos. El miedo de la caída al vacío del otro. El vértigo de la perdida. No estoy seguro si ese sea un sentimiento paternalista, tal vez sea yo desde mi naturaleza que entiende las cosas en ese sentido, no dudo que la tensión puede ser diferente en otras personas. Pero en mi caso, siento como se despiertan las alarmas de peligro ligadas a la protección de otra persona. Creo que esta película se puede ver como una forma de explorar estos sentimientos, porque de hecho la estructura de las secuencias hace que incluso sea ideal como lugar de laboratorio controlado. Recordemos que esta película está verdaderamente filmada en una sola toma, lo cual le suma muchísima dificultad al trabajo de los actores. De hecho en ese sentido las actuaciones fueron ejemplares y muchas veces autenticas. La historia no es compleja, su dimensión más interesante fue mencionada anteriormente. Tal vez un punto débil de la narración aparece las últimas secuencias, entre el momento que empieza la persecución policial y hasta que Victoria logra huir sin afrontar las consecuencias. Creo que los detalles son, la forma en que escapan del edificio de apartamentos disfrazados, sin levantar alguna sospecha de los policías que están, además, en modo de alerta, el taxista que no parece importarle que dos jóvenes visiblemente agitados le pidan ir a donde sea cerca de un lugar donde hay un gran operativo policial y además que le paguen con un gran billete, lo mismo para la gente del hotel, dos personas en esos estados, sin documentos y con una apariencia que generaría desconfianza en casi cualquiera. Hay un detalle agradable, donde se recurre a la circularidad, es decir, el volver a un lugar ya conocido, en este caso la discoteca. Donde inicialmente todos nuestros personajes fueron rechazados, y que ahora celebran. Un momento enérgico e infantil incluso. De hecho este contraste es muy marcado en el personaje exconvicto, debido a su apariencia física intimidante. Filmada de manera vertiginosa en una sola toma, nos hace creer que también estamos ahí, que hacemos parte de la banda, que no somos cinco, si no seis locos que improvisan una noche dentro de las entrañas de Berlín.

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